Durante los próximos días compartiré algunas de mis piezas favoritas. No las pondré en un orden particular, pero todas conllevan un profundo valor espiritual e intelectual para mí.
La Primera es la overtura Egmont de Beethoven (1770-1827). La primera vez que la escuché fué a principio de los ochenta en Guatemala, con la sinfónica de allí bajo la dirección del Maestro Jorge Sarmientos. Yo era un solitario refugiado de guerra de 14 años, y sonidos heroícos como los que se escuchan aquí fueron como un bálsamo de esperanza de que algún día iba a ver a mi mamá otra vez. Pasaron cinco años antes de que éso se pudiera realizar; pero Egmont fué una de esas piezas que me levantaban. Todavía me gusta escucharla cuando estoy deprimido. Allí recuerdo la fortaleza y esperanza que viene de Dios en medio de las tormentas... Aquí está La Orquesta Filarmónica de Viena, bajo la dirección de Leonard Bernstein:
Otra pieza es el Estudio Opus 8, No. 12 del compositor ruso Alexander Scriabin (1872-1915). La razón por la que me gusta es similar, sus melodías en tono menor tienen un carácter heroíco que levantan el espíritu. Aquí está, ejecutado por Evgene Kissin:
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