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jueves, 23 de abril de 2009

Reporte de Casa de Las Américas

Alberto Villalpando y Carlos Colón-Quintana:



Dos visiones de la música desde Bolivia y El Salvador

Enviado el Jueves, 16 de Abril del 2009 (15:33:27)
Participan los maestros Alberto Villalpando y Carlos Colón-Quintana en el espacio Del compositor y su obra, como parte del programa del Premio de Composición Casa 2009

La tercera jornada del Premio de Composición Casa de las Américas 2009 consagró su espacio Del compositor y su obra a descubrir las propuestas creativas de Alberto Villalpando (Bolivia) y Carlos Colón-Quintana (El Salvador). Ambos maestros agradecieron la oportunidad de intercambiar con sus colegas de diversas generaciones que participan en el evento, que se desarrolla hasta este viernes 17 en la sala Manuel Galich de la institución cubana y en la Rubén Martínez Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

Villalpando explicó a los asistentes el criterio bajo el cual compone, a partir de lo que llama “el sonido de la geografía”. “Durante mi período de estudios”, relató, “andaba muy preocupado por ver cuál podría ser una vertiente que identificara mi trabajo, para que no se perdiera en lo homogéneo”, y recordó que en esa época de los sesentas, el vanguardismo hacía que las piezas tuvieran más o menos texturas e intenciones musicales similares y él buscaba algo que pudiera reflejar su particularidad.

Dijo que la revelación del “sonido de la geografía” surgió de una experiencia cuando regresaba de vacaciones desde Argentina, donde estudiaba música, a su país natal, Bolivia. “Soy del sur, de Potosí, un lugar muy frío, que está a 4000 metros de altura. Casi no hay aire. Hay una luz muy intensa, ciega, lo cual genera una especie de ansiedad muy extraña”, relató, y recordó que en esa época no había flujo aéreo, por lo que todo el viaje desde Buenos Aires y viceversa se realizaba en tren.

Dijo que en un momento, mientras viajaba, se encontró llorando ante un paisaje andino de la Argentina que de algún modo le recordaba a su país natal. “Ese hecho hizo que prestara demasiada atención al entorno. Empecé a advertir que el paisaje suena, y que cada uno lo hace de un modo diferente”, subrayó.

Apuntó que en ese paisaje sonoro siempre establece y opone lo que a su juicio es el sonido del hombre, frente al de la geografía. Asimismo, destacó la importancia que tiene en la percepción del sonido el sentido de la vista.

“Mirar el paisaje andino siempre me provoca, no sé de qué depende, dos estados de ánimo muy diversos. Uno introvertido que me produce una profunda melancolía, y al influjo de esas experiencias he escrito una serie de obras a las que les llamo Místicas, pero no en el sentido religioso, sino como un estado de mirada interior. Por el contrario, otras veces me propone una expansión, una extroversión muy fuerte, intensa. A eso respondo en general con obras para orquesta, de gran sonoridad, explosivas”, concluyó.

A continuación propuso a los presentes la obra Las transformaciones del agua y del fuego en las montañas, para orquesta, la cual está basada en una leyenda indígena, y Mística 8, vinculada con una experiencia de su infancia, cuando, estando de vacaciones abandonó un concierto de un importante guitarrista pues este no se decidía a comenzar.

A continuación, Carlos Colón-Quintana, tras explicar brevemente su trayectoria como estudiante de música y compositor, dijo que se encuentra en un momento de depuración de su catálogo.

Asimismo, explicó que uno de los momentos más importantes de su carrera recientemente ha sido el reto que le sugiriera el importante maestro de composición Scott McAllister, con quien trabaja hace algún tiempo en los Estados Unidos, y quien le sugirió que hiciera más evidente su nacionalidad en la música.

Así surgió el ciclo de canciones Queja con alas, concebida originalmente para pequeño conjunto instrumental, pero que fue grabada ya con orquesta. La pieza usa tres obras del poeta nacional de su país Alfredo Espino, quien vivió de 1900 a 1928.

Luego propuso su Réquiem por las víctimas de la guerra de El Salvador, inspirada en la masacre de Mozote, ocurrida los días 10 y 11 de diciembre de 1981, en el contexto de la guerra civil del país centroamericano, y donde murieron por lo menos 800 personas.

Colón-Quintana compartió la dramática anécdota de una niña pentecostal que a pesar de las vejaciones cantó himnos de su fe hasta que murió. “Este lamento musical”, dijo a propósito de la obra, “es un eco de ese deseo de paz y mi mausoleo sonoro a todas las víctimas de la guerra civil”.

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